jueves, 18 de enero de 2007

Como al Principio

Es la mierda de lluvia de siempre, no falla. A las seis en punto las nubes oscurecen la calle y ya pueden verse las primeras gotas sobre la ventana, que no tardan en hacerse más gruesas y formar líneas de agua sobre el cristal. En ese momento la oscuridad es completa, convirtiendo la tarde en una noche sin farolas. Observo mi reflejo, la luz azul de la computadora iluminando el piercing de la ceja izquierda, el pelo negro cayendo sobre la frente y todas esas arrugas de agua a través de mi cara. Y ni una letra sale de mis dedos, ni una frase decente, nada. Es por la lluvia, nunca falla.

Suena el móvil, llama Verónica desde su trabajo. Hemos estado intercambiando mensajes toda la tarde, lo cuál no sucedía desde hacía varios meses, cuando apenas comenzábamos a salir y no dejábamos de decirnos las ganas que nos teníamos. Hoy está alegre, ha pasado muy malos momentos últimamente, los dos hemos pasado malos momentos últimamente, pero hoy está alegre.

- Te amo –es lo primero que dice y yo sonrío porque es justo lo que necesitaba.

- Y yo, princesa. Pensaba en ti ahora mismo.

Respiro hondo, verdaderamente feliz. Lleva un mes deprimida por algo que dejó olvidado en un rincón oscuro de su pasado. La típica esquina que cuando uno barre para adentro se va llenando de polvo. No sé exactamente de qué se trata, no quiere hablar de ello, pero me alegro de que vaya pasando.

-Me encanta sentirte tan alegre, preciosa.

-Es por el Tafil.

-¿Tafil?

-Sí, lo agarré de un compañero, lo tenía en su mesa… Necesito tomar algo para salir de esta depresión.

-Ah, un antidepresivo…

-Está funcionando, ¿no? Te amo, corazón –Aunque me quedo callado, supongo que sí, que l Tafil está funcionando.

-Tengo ganas de compartir una cerveza contigo, bonita, y de tocar tus largas piernas.

-Y yo, mi amor, pero hoy no creo que pueda pasar a verte, tenemos mucho trabajo…

-Ya veo, la campaña de publicidad esa…

-Sí, tenemos que repetirlo todo… Te hablo luego. Un beso, mi amor, te quiero.

Y yo, preciosa, pero no me da tiempo a decírselo porque cuelga repentinamente. Respiro hondo y esta vez no sé lo que siento. Miro el teclado intentando encontrar alguna palabra en la que ocupar mis manos. Hace frío y tengo puestos los guantes de lana que ella me regaló, con la punta de los dedos cortada para poder escribir con comodidad. Recuerdo perfectamente aquel domingo. Paseábamos por el mercado de Coyoacán tan contentos que ni siquiera nos molestaba la gente que continuamente chocaba con nuestros hombros. No había nada especial en aquella mañana, salvo que estábamos juntos. De repente salió corriendo por una acera llena de puestos, sin decir a dónde iba, tan espontánea como siempre; regresó con los guantes y una gran sonrisa. Para ti mi amor porque te quiero. Y yo a ti, preciosa.

Las letras no salen, es inútil. Busco unas fotos en la pantalla del ordenador, fotos de Verónica, claro. Me las envió a la semana de conocernos y sale abrazada de un chico distinto cada vez. Habla constantemente de ellos y por eso conozco las historias detrás de las fotos. Incluso puedo recorrerlas a través de su piel, parando en cada tatuaje que se hizo con los nombres que significaron. Ni me importó entonces, ni lo hace ahora. Lo que observo es su sonrisa, delicada, poderosa. En todas igual, la boca ladeada a la izquierda, el pelo negro cayendo suavemente sobre un hombro y los ojos que parecieran más grandes que la cara. Es tan hermosa. Ella dice que no, que se ve fea, que ya no está tan bonita como antes. En las fotos sigue igual que en mi recuerdo.

Hemos charlado mucho últimamente. Intento que me explique qué le sucede, la quiero y sé que puedo ayudarla, pero no me cuenta qué le sucede. Esas miradas tristes, días enteros encerrada, sin querer verme, sin salir de su cama. Me cuesta aceptar que, teniéndome al otro lado del teléfono, no me llame cuando se siente deprimida. Aunque lo peor es cuando la abrazo y llora, cuando pasamos horas enteras uno frente al otro sin hablar, casi sin mirarnos. Me pregunto por qué no es suficiente mi amor para sacarle una sonrisa. A mí me basta. He pensado muchas veces en dejarla, en buscarme otra mujer que sepa apreciar mi cariño. Pero con quién me iría, ¿acaso no volvería a suceder lo mismo? Prefiero esperar, creo que merece la pena esperar. Lo único que busco es que vuelva pronto la sonrisa de medio lado tan hermosa, la que tiene en todas las fotos que me envió a la semana de conocernos.

El móvil está sobre la mesa. Te quiero, bonita, con Tafil y sin él, Te amo. Lo envío y me quedo esperando la respuesta. La pantalla del ordenador tiembla con todas esas letras en negro parpadeante que no significan nada. Es una espera que se hace larga. Mientras, pienso en lo poco que he escrito últimamente. En verdad, desde hace más de un mes no he escrito nada. Las letras simplemente desaparecieron de mis dedos. Mua, su mensaje es un beso virtual. Para hoy no está previsto uno real, así que me conformo con eso. Quizá mañana. Puede que mañana nos veamos, y puede que también escriba algo. Me tumbo en el cuarto viendo la lluvia resbalar sobre el cristal de la ventana. Es seguro que no amainará en toda la noche, pero no me importa, esperaré a que las gotas dejen de caer. Y después no sé… puede que después volvamos a enamorarnos.